What The Sex?
El engaño de la libertad sexual
by Ignasi Puig Rodas
May 2023

No es una novedad afirmar que nuestra sociedad está hipersexualizada. La presencia de la sexualidad en internet, el descenso de la edad de la primera relación sexual coital o de la aparición de la primera menstruación son excusas para que los medios de comunicación de masas bombardeen con la noticia de que vivimos en una sociedad muy sexual. Si esta afirmación se junta con el número cada vez mayor de países que han legalizado el matrimonio entre personas del mismo género y/o con legislaciones contra la LGTBIQA+fóbia, podemos creer que vivimos en una época de tolerancia sexual. Por lo menos en el occidente civilizado, pues al mismo tiempo que se pregona tal mensaje, se nos recuerda que fuera de Europa o Norteamérica los países retrógrados o religiosos siguen castigando la sexualidad que se aparte de lo heterosexual, del matrimonio, de la reproducción.

Pero ¿es realmente así? ¿Vivimos en una era de libertad sexual? ¿Son las nuevas generaciones cada vez más libertinas y pueden vivir una sexualidad sin prejuicios? Personalmente creo que no. Se trata de una falsa creencia propagada por intereses políticos. So riesgo de sonar conspiranoico, hay una clara finalidad: si la población cree vivir en un mundo tolerante y progresista, tenderá a analizar los hechos que ocurran a su alrededor desde una óptica de tolerancia. Se trata de un sesgo perceptivo que se puede entender mejor con un ejemplo cromático: si yo estoy viendo continuamente diferentes muestras de color azul, ante una muestra de tono dudoso entre azul y verde será más fácil que lo juzgue azul que verde. Incluso los tonos grises (color mimético por excelencia) se verán algo azulados. Si se me predispone a creer que todo lo que me rodea es progresista, ante acciones dudosas, mi primera inclinación será a creer que aquello también es progresista. Incluso acciones que nada tienen que ver con lo progresista o conservador, también se verán progresista.

Este efecto se podría crear de diferentes maneras, pero el sexo es y ha sido siempre una de las acciones más simbólicas de las vidas humanas y que más pasiones enciende. Es el candidato ideal para generar el sesgo progresista.

Primer ejemplo, Internet está lleno de porno. El cine porno tiene todo tipo de variantes. Todo el mundo puede encontrar el porno que quiera. Pero no hay cines porno. El reproductor doméstico de video volvió a la sexualidad del celuloide de los teatros públicos a las casas privadas. Donde tiene que estar el sexo, en el espacio privado, escondido. El porno se mira desde el móvil, la tablet, el portátil… pero en casa. El cine que se sigue exhibiendo en las grandes pantallas ha decidido no mostrar ni un centímetro de piel de más. No sea que le suban la calificación y no pueda llegar a suficiente público para maximizar la inversión. Toda escena sexual ha sido eliminada de las películas. Se insinúa, se masca la tensión sexual y ya. Brian de Nazaret ya no puede abrir la ventana de su casa y mostrar su pene a sus fieles.


Una sexualidad que no molesta no es una sexualidad libre.
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Segundo ejemplo, pongamos en el punto de mira el matrimonio entre personas del mismo género. Ciertamente, ante la opción de no poder legalizar una unión afectiva como sí pueden hacerlo otras orientaciones es un avance. Pero ¿a qué realmente sirve tal matrimonio? ¿Es el súmmum del progreso? El matrimonio en si mismo no es más que una herramienta de control de la acumulación del capital. Establece que la única forma correcta de amarse es aquella en la que se hace una declaración con efectos legales de tal amor. Que únicamente les hijes engendrades de tal amor son hijes legales, el resto son bastardos. Y que lo correcto es que todo el esfuerzo de generación de riqueza que hayan hecho dos personas pase a la descendencia legal. Las leyes de sucesiones patrimoniales se encargan de penalizar que tales ganancias pasen a hermanes, otres parientes o peor todavía, amigues. ¿Es esto libertad? A mí me huele a capitalismo con cajas de bombones en forma de corazón. Pues si viene adornado con mitos del amor romántico, de que el amor verdadero dura toda la vida, de que sólo hay una media naranja con la que encajar y el resto son fantasías e infidelidades, el capitalismo entra mejor. Con un poco de azúcar esa píldora que os dan.

¿No sería la verdadera libertad haber pensado que todas las formas de relacionarse afectivamente tienen la misma validez? Que siete osos que decidan vivir juntos es un modelo igual de válido. Que una persona quizás será mejor cuidada si tiene tres madres, tres adultas de referencia que le den afecto y cuidados, pues viendo que el trabajo nos roba demasiadas horas del día, más manos nunca sobran en un proyecto de crianza.

El matrimonio homosexual replica la monogamia y los mitos del amor romántico.
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Tercer ejemplo, el cuerpo sigue penalizado. Si bien no hay ninguna ley que obligue a la gente a ir vestida, las ordenanzas cívicas atosigan a quien pisa las calles a cubrir su cuerpo. Primero se increpa en pro de la convivencia, luego la policía local de turno multará, o se llevará retenida a la persona. Para luego soltarla sin posibilidad de presentar cargos. La multa se puede recurrir fácilmente pues la libertad de expresión de la persona está por encima de toda norma municipal. Si bien implica ir a juicio, pagar procuradores, abogados, pasar estrés… es más fácil callar y pagar, o callar y vestirse.

Si hay más libertad sexual, ¿por qué el número de playas nudistas no ha aumentado? Una playa nudista es un espacio en que la gente celebra la comunión con el propio cuerpo. Se siente bien consigo misma, no ve motivos para esconder su cuerpo. Pero la población nudista no ha aumentado. Oficialmente el número de playas nudistas sigue siendo el mismo desde hace cuarenta años. Lo que la oficialidad no dice es que en dichas playas ahora se ve más gente con bañador que sin él. Hacer nudismo en una playa nudista puede ser motivo de miradas recriminatorias. ¿¡Es que nadie piensa en los niños!?

¿Por qué la gente sigue escondiendo su cuerpo? ¿No está a gusto con él? ¿Por qué a niñas prepúberes se les tapan los pechos que aún no han desarrollado? Tengámoslo claro, los bañadores tapan los atributos sexuales, vulvas, penes, tetas y culos. Si el pecho de una menor no es algo sexual, tapándoselo le estamos diciendo que sí lo es, lo será. Y que cuando lo sea, no hay que mostrarlo. Y cuando esa menor sea adulta y sea madre, sus pechos seguirán siendo motivo de controversia como se le ocurra la insensatez de amamantar a su cría en la calle. Qué asco, tendrá que oír. Más allá de los seis meses ya es vicio, le dirá el pediatra. ¿Cuándo hemos confundido el alimento y el consuelo de una teta a un bebé con el vicio?

La exposición del cuerpo en el espacio público es indicador de la aceptación del cuerpo por parte de la sociedad. Una sociedad que no acepta ver cuerpos es una sociedad que no se acepta su cuerpo. Y sin cuerpos señorías, no hay sexo. Como no lo puede haber en las redes sociales, nuestro espacio público virtual. Cualquier culo o pezón es motivo de denuncia y posible eliminación de la cuenta. ¡Hasta los pechos de la Venus de Botticelli deben ser censurados! Ahora bien, como que el sexo vende, todo lo que sea insinuar sexualidad es promocionado por los algoritmos a fin de enganchar la gente al consumo de tiempo y datos en sus plataformas.

Cuarto y último ejemplo, las apps de ligue. Nuestra sociedad tiente tanta fobia de si misma que el encuentro en el plano físico de miedo. Por suerte las apps de ligue han venido para salvarnos. La llegada de Tinder al conocimiento de las masas fue una revolución. Parecía que por fin era lícito quedar para follar. ¡Y decirlo sin tapujos! El sexo por fin era aceptado. O no. Otra vez mostrar los cuerpos estaba penalizado. Por muy soez que sea, una fotopolla no debería de estar censurada. Debería de ser la propia lógica del mercado de carne la que haría que la persona en cuestión decidiera no colgarla pues no le va a dar el resultado deseado. Pero no por censura de facto. Una foto con demasiada carne está censurada en una app de ligue. En su lugar, ponemos fotos en la playa, saltando en el aire, paseando al perro, tocando la guitarra. Siempre con decoro de no mostrar demasiada sexualidad. Incluso en apps de ligue BDSM se censura que la gente muestre fotos del BDSM.

La peor censura, pero, es la que ejerce el odio a la diferencia de las personas que usan tales aplicaciones. Sobre todo, entre hombres que tienen sexo con otros hombres. Comentarios directos en los perfiles como “pluma no” o “gordos no” vienen a decir que tu performidad de género no es sexy, que tu cuerpo no es deseable. Libertad sexual para tener escarceos anónimos pero sólo para quien cumpla la normatividad. Seguimos diciendo que algunos cuerpos y algunas identidades no son sexualmente deseables. ¿Es esto libertad sexual?

A mi todo me huele a represión. Represión, represión. Mientras creemos que vivimos en el mejor de los mundos sexuales posibles, las cunetas siguen llenas de disidencias. Toda desviación será castigada. Mientras sólo algunas sexualidades sean lícitas no habrá libertad sexual.

Una sociedad que no acepta ver cuerpos es una sociedad que no se acepta su cuerpo.
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